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El Opeño está constituido por un
conjunto funerario que suele ser incluido en la tradición de las tumbas de
tiro, que se difundió por gran parte del Occidente de Mesoamérica, sobre el
territorio de lo que actualmente constituyen los estados de Jalisco, Colima,
Nayarit y Michoacán. Los entierros de El Opeño, como los de el resto de las
zonas donde se han encontrado materiales de la Tradición de las tumbas de tiro,
se distinguen precisamente por su excepcionalidad en el marco de Mesoamérica.
Ningún otro pueblo mesoamericano construyó antes del florecimiento ni después
del declive de esta tradición monumentos funerarios de este tipo. Se trata de
tumbas verticales, o casi verticales, que fueron excavadas en el tepetate o
toba volcánica que forma parte del subsuelo de la región. El acceso a las
cámaras funerarias subterráneas se efectuaba de modos diversos, por ejemplo, en
Nayarit, es común que las tumbas cuenten con tiros muy profundos, aunque en El
Opeño contaron con escaleras. En el complejo funerario de El Opeño han sido
descubiertas doce tumbas, todas las cuales muestran indicios de planificación
arquitectónica. Asimismo, el complejo en su totalidad está organizado en torno
a un plan global.
En torno a la necrópolis de El
Opeño no se ha encontrado ningún resto material de las poblaciones de los
constructores de las tumbas. Esto motivó que se les representara como un pueblo
que se encontraba en la transición hacia el sedentarismo agrícola que
caracterizó a las sociedades urbanas de Mesoamérica en el Preclásico Medio. Sin
embargo, el análisis de los materiales arqueológicos encontrados en las tumbas tanto
los restos óseos de sus ocupantes como las ofrendas con que fueron enterrados
muestra que los constructores de las tumbas de El Opeño fueron miembros de un
pueblo claramente sedentario, con una elevada estratificación social que se refleja
en las diferencias entre los bienes ofrendados a los muertos.
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